I haven't seen my mother in a long, long time |
lunes, 27 de febrero de 2023
De vuelta a casa
sábado, 25 de febrero de 2023
De vuelta a casa
Capítulo 1: Renfi, ¿por qué?
It doesn't really really matter. |
Aquel invierno prometía ser igual de aburrido que el anterior; o quizás peor.
Druni estiró su fina cola a través de su vieja butaca ajada que lo había acompañado durante toda su vida de ratón.
¿O habría pertenecido también a sus padres?
Bah, qué más daba. Apenas tenía algún recuerdo de ellos. Los ratones de campo se emancipaban pronto y abandonaban el hogar común.
Volvía a estar muy aburrido, que es lo que realmente importaba.
¿Es qué no iba a aparecer por la madriguera su escurridiza amiga?
Justo cuando estaba sopesando el levantarse para ir a la despensa a roer unas cuantas pipas, se escuchó un fuerte graznido en el exterior.
Druni movió velozmente su cuerpo de un lado a otro y correteó hacia la entrada a su pequeña casa.
Había mucho revuelo afuera.
—¡...siempre igual, Renfi!
—¡Adiós a mi hibernación!
Cuando asomó el hocico por la pequeña abertura, no pudo evitar sonreír. Aquella estúpida pajarraca había vuelto a hacerlo: un sinfín de ramitas, hojas y algún que otro polluelo que había arrollado a su paso, yacían en el suelo, junto con un enorme cuervo que intentaba ponerse en pie.
El resto de roedores que moraban por los alrededores farfullaban, proferían insultos al ver aquel desastre y retiraban las ramas y polvo de sus casas.
—Aterrizaje forzoso, Lord Mirton— se disculpó el ave, ante un ratón bastante entrando en años—¿No le importa que me coma a este pequeñín?— sus redondos ojos observaban con interés al pequeño pájaro que no dejaba de piar, buscando a su hermano.
El gobernador de aquella pequeña comunidad frotó su rostro con ambas manos, intentando serenarse.
Druni se apresuró hasta donde estaba el imponente pájaro y se disculpó brevemente.
—Por supuesto que no se los va a comer— aseguró, moviendo las orejas—los llevaremos ahora mismo de vuelta a su nido.
Lord Mirton suspiró largamente, haciendo un gesto de despedida con la mano.
—Renfi, una vez más, e inventaremos un guiso que lleve cuervo estofado. Desapareced de mi vista.
Aún resonaba su voz grave en sus mentes mientras sobrevolaban las copas de los árboles buscando el nido de los dos polluelos que sujetaba Druni sobre el lomo de Renfi.
—¿Crees que estará bueno un guiso que lleve mis alas?
El viento golpeaba sin piedad las sensibles orejas de de Druni, pero aún así no pudo evitar reír.
—Es imposible que algo hecho de ti esté bueno.
Aquella era su amiga. Su mejor amiga. Los inseparables hasta la muerte.
Esa estúpida cuerva con cerebro de chorlito que no paraba de meterse en líos.
Le había costado sangre y sudor integrarla en aquel enclave, y aún así, la mayoría de vecinos y vecinas del mismo se mostraban reticentes en cuanto la veían aparecer, juzgándola con sus oscuros ojos sin fondo.
"Si al menos no fuera ruidosa...", era un pensamiento recurrente que asomaba a la mente de Druni. Pero era solamente eso, una quimera, puesto que Renfi no era alguien que pasase desapercibida.
—¿Qué hace un ratón cuando está aburrido?—preguntó Druni, haciéndose oír por encima del viento.
No obtuvo respuesta por parte de la cuerva, que se mantenía abstraída desde hacía unos minutos.
Encontraron el nido parcialmente rápido, dejando a los dos feos pájaros en miniatura junto a su madre, quién no osó desafiar a Renfi, aunque no pudo evitar dirigirle una mirada desaprobatoria.
Una vez solos, Renfi se elevó aún más en el opaco cielo invernal y Druni se sujetó las orejas contra la cabeza. Seguramente aterrizaría minutos después en alguna roca cercana a la Gran Cascada, que en aquella estación, estaba totalmente congelada.
Pero contra todo pronóstico tomó rumbo al Gran Sauce, que como bien mencionaba su nombre, era un enorme y vetusto sauce cuyas ramas cubrían gran parte de su tronco anudado, y donde miles de pequeñas alimañas pasaban gran parte de la época estival bajo su refrescante sombra.
Sin decir una sola palabra, se deslizaron al llegar en una gran rama que parecía guarecer del intenso frío que la tarde traía consigo y el pequeño ratón se sentó sobre ella.
A Druni le comenzaron a molestar los oídos al cabo de unos segundos. Supuso que era del viento y esperó a que disminuyese un poco la sensación.
Renfi seguía sin hablar, con la mirada perdida en un punto indeterminado del paisaje. ¿Preocupada por algo?
Pronto, el suspicaz ratón adivinó de dónde provenía ese malestar auditivo: Renfi no se había callado desde que él tenía uso de razón. Siempre estaba parloteando de esto y de lo otro, formulando estúpidas preguntas y observaciones extrañas. Lo que estaba sintiendo en sus oídos era el aplastante silencio, la antesala al desastre.
Hasta que un débil susurró se escapó de entre su pico.
—He estado pensando, Dru—Renfi continuaba sin establecer contigo visual con él—No sé por donde comenzar a hablar.
Parecía muy nerviosa, ya que iba cambiando el peso de una pata a otra a cada segundo mientras picoteaba sus plumas.
Druni posó su mano sobre el suave plumaje que recubría las alas de su amiga, colocándose de puntillas para llegar a éste. Era una manera de tranquilizarla y hacerle ver que la apoyaba.
—¿No sientes a veces la necesidad de correr y descubrir que hay más allá?
Druni sopesó la pregunta durante unos instantes.
—Ya sabes que me aterra lo desconocido.
—Y sin embargo no te gusta la rutina.
Druni sonrió ante este último comentario moviendo su cola.
—Tienes razón—coincidió, mientras observaba junto con ella aquel idílico paisaje recubierto de escarcha—pero me basta con lo que tengo a mi alrededor.
Renfi suspiró largamente.
—A mi no, amigo.
Ahora sí, ambas miradas: los ojos negros de Renfi y los escarlata de Druni, se juntaron frente a frente.
—¿Qu- qué quieres decir?— balbuceó el ratoncito tomando distancia para poder reparar en cualquier mínimo detalle de su compañera que le otorgase respuesta alguna.
Ella le dedicó una triste sonrisa y replegó su ala para intentar cubrirlo.
—No me malinterpretes. Eres mi mejor y único amigo y no imagino vivir una vida sin tí. Pero hay algo más—apartó la vista hacia el suelo, algo azarada— un sentimiento de inquietud, como si me estuviese perdiendo algo y la tierra me gritase que tengo que continuar.¿Me entiendes?
Por supuesto que Druni no entendía nada de lo que le estaba diciendo; la cabeza le daba vueltas y el desconcierto anidaba en su pecho.
—Te vas a ir—afirmó en voz alta, sin darse apenas cuenta de que sus labios se habían movido.
Ella asintió levemente, bajando el ala que ahora rechazaba Druni al alejarse lentamente.
—¿Qué hace un cuervo cuando se aburre?—tarareó Renfi, intentando aportar una nota de humor a una situación cada vez más amarga.
Druni apenas escuchaba algo más que los latidos martilleantes de su corazón. Su fino pelaje claro se había erizado, pero no de frío, sino de un miedo atroz que le secaba hasta la garganta.
—Ven conmigo.
Incluso en boca de su amiga, sonaba tentador; mucho más tentador que pasar el resto de su vida solo. Pero allí donde dirigía la vista, únicamente veía oscuridad, incertidumbre, frío...nada que ver con la tranquilidad de su diminuto y cálido mundo.
Ella se iría con o sin él. No podía pretender embarcarlo en algo que ni siquiera había decidido, meditado. Ella era todo su mundo. Pero estaba claro, que para la cuerva, él solamente era una pequeña parte del suyo.
Una serie de recuerdos que no sabía si eran propios o imaginarios poblaron su mente en ese momento.
Un frío artilugio punzante introduciendo algo en su diminuto organismo, ocasionando un dolor inconmensurable que parecía no tener fin, encerrado dentro de aquel lugar oscuro, húmedo.
Unos ojos vacíos perdiendo poco a poco contacto con la vida.
Una suave mano agarrada a la suya.
Y oscuridad permanente.
—No—un murmullo apenas inaudible, desesperado, mientras cubría su cara con las manos y notaba los bigotes en tensión, enfrascado aún en sus ensoñaciones.
—Escucha, Druni...—comenzó Renfi, acercándose de un saltito a su lado.
—¡No!—exclamó éste, en esta ocasión alzando la voz y mirándola con sus ojos empañados—¡Vete, si es lo que quieres, pero no me arrastres contigo, maldita sea!
Y antes de que él pudiese percatarse del dolor que reflejaba la expresión de Renfi, se dió la vuelta como alma que lleva el diablo y se precipitó árbol abajo, sin pensar, sin sentir, simplemente corriendo, huyendo de todo lo que siempre había odiado.
Pudo escuchar la voz ronca de Renfi llamándole, advirtiéndole de que estaba lejos de casa.
Continuó corriendo lo que le parecieron horas, días, sin cesar y respirando aceleradamente.
Se fue descolgando árbol abajo, aferrándose con las uñas a la dura madera, astillándoselas.
No quería escuchar a Renfi. No quería volver a oírla decir que aquello no era suficiente para ella.
Sabía que ya en tierra y desplazándose por la extensa maleza de árboles perennes, ella no podría encontrarlo.
También sabía que estaba lejos de su madriguera. Tan lejos que el cielo poco a poco se fue coloreando de negro conforme avanzaba sin descanso.
Se cayó en varias ocasiones por resbaladizos terraplenes. Tenía magulladuras por todo el cuerpo. Pero no le importaba.
Era ya noche cerrada cuando consiguió llegar a su comunidad y se dejó caer por su agujero.
Solamente se escuchaban los alocados latidos de tu corazón. Ni rastro de Renfi.
Se desmayó minutos después.