domingo, 13 de diciembre de 2015

Free Bird


Su pelo era desastroso, al igual que el despeinado bigote que solía llevar. Se asemejaba a un yanqui de aspecto desaliñado, ataviado con una camisa a cuadros y una chaqueta vaquera desgastada. Era tan alto que me levantaba en volandas del suelo y bailaba conmigo bajo el asfixiante sol tejano.
Todos los días eran un nuevo amanecer a su lado, un nuevo mundo que recorrer. Un desayuno que colgarse al hombro y un par de emociones en el estómago.
"Mantén los ojos abiertos", le decía siempre, cuando quería grabarlo en mi mente. Luego me reía, porque sabía que sería incapaz de estarse quieto.
Por las noches me abrazaba y susurraba en mi oído canciones de los Creedence y Lynyrd Skynyrd. Y yo suspiraba mientras el sueño me nublaba los sentidos.
"No me quites nunca de la lista o te perseguiré hasta el fin del mundo"-lograba decir segundos antes.

"Si me fuera mañana, ¿me recordarías?
Tengo que partir ahora porque hay muchos sitios que debo ver.
Y si estuviera aquí contigo, chica, las cosas no serían las mismas.
Porque soy un pájaro libre y no me puedes cambiar.
El señor lo sabe, no puedo cambiar".
(Free Bird-Lynyrd Skynyrd)



miércoles, 28 de octubre de 2015

Little By Little II

Y en aquella habitación las noches eran eternas, las horas monótonas, y el deseo estaba a flor de piel. Pasaban horas antes de que Arnold pudiera conciliar el sueño, y únicamente lo hacía cuando apaciguaba su ansia sexual. Sonreía recordando a su nínfula, y recorría una y mil veces su piel imaginada. Y sin embargo, era incapaz de soñarla desnuda y expuesta a él. Era una especie de censura que su mente creaba.
-¿No te gusto?-le ronroneaba ella en ocasiones, y ya no había forma de controlar a la bestia. Y justo en el momento en el que iba a desnudarla, se despertaba empapado en sudor y un áspero gruñido salía de su garganta. Todo se había acabado.

El sol de la mañana bañaba las abandonadas calles del barrio, descubriendo pequeñas partículas de polvo suspendidas en el ambiente. "Es algo ridículo que algo tan asqueroso tenga esa belleza", se decía Arnold mientras caminaba a trompicones cuesta arriba. Fumaba sin parar desde hacía dos horas, lo que complicaba el avance, ya que se tenía que parar a tomar aire cada dos por tres.
En lo alto del mirador lo esperaba una desgarbada figura, con una guitarra colgada de la espalda.
Cuando al fin pudo visualizarlo mejor, carraspeó con incomodidad y arrojó lejos su consumido cigarrillo. Aquella era quizás la última persona con la que desearía hablar. Era un muchacho molesto y muy reservado, y en las pocas ocasiones en las que habían coincidido, este se había mostrado muy hosco y arrogante. Pero también era un buen guitarrista, y no podía desaprovechar esa oportunidad.
-¿Qué hay, Eugene?-saludó con una sonrisa forzada en cuanto se situó junto al muchacho.
El tal Eugene permaneció en silencio, repasando con la mirada a Arnold. No se dignó a responder hasta que hubieron transcurrido unos segundos.
-No hay nada, Ar-respondió con una voz grave. El tío tenía un tono de voz extremadamente sexy. Y encima lo había llamado "Ar". Pensó que si repetía su nombre de nuevo se iría a la cama con él en aquel mismo instante. Pero, afortunadamente, no lo hizo.
-Mira, dejemos las cosas claras-decidió decir Arnold- Tu no me inspiras mucha confianza y está claro que yo tampoco soy santo de tu devoción, así que vamos a intentar facilitarnos la vida.
La seriedad del rostro de Eugene desapareció de repente, siendo sustituida por una expresión dura.
-Bien- dijo, mordiéndose el labio inferior-Enséñame el lugar donde ensayáis.
Mientras caminaban por una amplia plaza, Eugene le mostró una sonrisa torva a su acompañante.
-Tienes muchos callos en las manos-se fijó.
-Bueno, soy bateria. Creo que está claro-le respondió sin apenas mirarlo.
-No me refería a eso, Ar-continuó el joven, con un tono jocoso.
Arnold enrojeció hasta la médula.
-Bueno, pues no sé que quieres decir entonces-le espetó.
Eugene no respondió al momento.
-Sí lo sabes. Pero no te preocupes. Estamos todos igual-murmuró, cabizbajo.
Arnold rió ante esa confesión.
-¿Bromeas? Tú eres un tío atractivo. No sé que clase de problema podrías tener para conseguir llevarte a una a la cama.
Por primera vez, el joven le dedicó una media sonrisa sincera.
-El problema va mucho más allá de eso. El problema soy yo, que no quiero a ninguna chica.
"Pues vaya tío más exigente", pensó para sí mismo Arnold. Siguieron caminando hasta alcanzar las afueras del pueblo. El río discurría con suavidad, bañando raíces y huertas, hasta desembocar en un pequeño lago. Y a las orillas de este, un viejo granero parecía desafiar a las duras estaciones, manteniéndose en pie.
Arnold suspiró, complacido.
-Este es nuestro hogar-susurró con mal disimulado orgullo.
Su acompañante no hizo ningún comentario. Simplemente continuó andando detrás de él, con curiosidad.
La puerta se encontraba entreabierta. Dentro, un muchacho rasgaba con precisión una guitarra, mientras entonaba un par de frases:

No vengas al mundo si vas a estar así, derrotado.
La mente es tu peor enemigo.

El sonido era fresco, fabuloso. Su voz era una amalgama de sentimientos: dulzura, nostalgia, alegría y tristeza. 
Arnold sintió una fuerte punzada de dolor en el pecho y sonrió con pesar. Junto a él, Eugene permaneció inmóvil, apenas sin respirar, temeroso de romper la magia del ambiente. Y cuando el joven terminó la canción, éste no tuvo más remedio que aplaudir sonoramente. No era algo que soliera hacer, pero la ocasión lo merecía.
- Dave-saludó Arnold- Él es Eugene, el guitarrista del que te hablé.
Ambos se observaron durante un instante, y cabecearon sonriendo.
-Toca para mí-lo invitó Dave- A ver qué tal se te da.
Eugene desenfundó su guitarra acústica y sin esperar otra invitación, comenzó a puntear una melodía cualquiera. Y Dave se unió segundos después, cantando de forma improvisada.

No sabes lo que es vivir en el infierno.
Pero yo vivo cerca de allí desde hace tiempo.
Ve y olvídate de todo, yo seguiré jugando con fuego.
Es mi decisión.

Y Arnold no pudo evitar recordar a Julia. Su bella Julia. La imparable Julia de Dave. Y supo en ese momento que aquella melodía la alcanzaría allá donde estuviese.

Chica de campo Silueta Puesta del sol wallpapers



viernes, 23 de octubre de 2015

Little By Little

Despertó rodeado de alcohol, bragas y tabaco. Un fuerte olor a sudor impregnaba la habitación, de modo que volvió a cerrar los ojos y se dejó caer de nuevo en el colchón.
-Arnie...-susurró una melosa voz a su lado.
Su corazón se aceleró y cayó al suelo de la impresión. Apenas se acordaba de que no había dormido solo.
-¡Joder, joder!-farfulló, echándose las manos a la cabeza-¿Qué demonios ha pasado aquí?
Ella rió suavemente. No alcanzaba la mayoría de edad, y sin embargo su figura era la de una mujer adulta.
-Nada de lo que tengas que arrepentirte-musitó ella con su dulce boquita, cogiendo su mano y besándola mientras le miraba a los ojos con picardía. 
Se deshizo rápido de aquel contacto y la sujetó de los hombros con fuerza.
-¡Déjate de gilipolleces y dime que ha pasado!
Ella se zafó de sus brazos y le arañó la cara con saña.
-¡Estate quieta y compórtate como una persona razonable!
-No puedo decir lo mismo de ti...-susurró, dolida-No ha pasado nada. Sólo dormí a tu lado. No quería volver a casa.
Él volvió a repasar su cuerpo y desvió la vista, azorado. Ella únicamente llevaba una larga camisa blanca tras la que se adivinaban unos grandes pechos. Era una niña grande.
-¿Emily?-preguntó, recordando su nombre.
Sus grandes ojos azules sonrieron mientras asentía con la cabeza. Se colocó a su lado y lo abrazó con fuerza. 
-Arnie...-gimió ella, mordiéndole el lóbulo de la oreja, mientras se enroscaba alrededor de su torso.
-Arnold-le corrigió- Y haz el favor de parar...-le ordenó él, creyendo que no aguantaría mucho tiempo más- Sería horrible hacerte esto.
-¿Qué problema hay?-insistió ella, mordiéndose los labios- Tú me gustas y yo te gusto, ¿no?
-Bueno, no es así de sencillo...Tú eres menor de edad y yo tengo casi 30 años. ¿Quieres verme en la cárcel?
Emily frunció los labios y se dio la vuelta en el colchón, cubriéndose con la sábana. Se la escuchaba maldecir por lo bajo y resoplar de indignación.
-Dime dónde vives y te acompaño-se ofreció Arnold, empujándola fuera de su cama.
-¡No te molestes! No soy una maldita cría-refunfuñó ella y se levantó con furia, dispuesta a vestirse y a marcharse de allí rápidamente.
Arnold sintió la necesidad urgente de saber su edad pero supo que ella nunca le diría la verdad. Se dispuso a observarla mientras se calzaba las botas y se deshacía de la camisa para ponerse su remendado vestido negro. Su largo cabello color miel ondeaba alrededor suya con cada movimiento. No tenía reparo alguno en que él la viera cambiarse. Ni siquiera era consciente de que él bebía de su imagen, de que recorría cada centímetro de su cuerpo con la mirada. De que la lujuria lo consumía.
-Siento haberte cabreado. No volveré a molestar-dijo ella, arrastrando las palabras. Se colocó un cigarrillo entre los labios y sonrío amargamente.
Sin darse cuenta de lo que hacía, él le sonrío bobamente y la acompañó a la puerta.
Antes de irse, Emily depositó un suave beso en su rostro, y Arnold cerró los ojos, disfrutando de la dulce fragancia que emanaba de ella. Cuando los abrió, la joven tenía la mirada perdida y le colocó en las manos un arrugado papelito: su dirección.
Y así se fue de su vida, dejándolo perdido en un mar de sensaciones.








viernes, 25 de septiembre de 2015

Memorias Alhendinenses 13

Capítulo 13: Revelaciones




Sentía opresión en el pecho. Una voz suave como el viento la llamaba.
Pero ella no podía hacer otra cosa que gritar. Sollozar al cielo e insultar
a aquel hipócrita que lo observaba todo desde allí. Pero nunca intervenía.

Se concentró en aquella voz. Se le antojaba familiar, y la transportó a

un tiempo mejor; a un lugar donde no seguir sintiendo tanta ira y desazón.
Y él estaba allí. La única persona que le quedaba en el mundo.
La imagen era onírica, y sin embargo sabía que no pertenecía a un sueño,
sino a un bonito recuerdo.
*Quizás nunca escuches mi llamada. Sé que tu luz sigue brillando.
Pronto nos veremos Ade, en el cielo o en el infierno.*
Lo supo. Supo lo que tenía que hacer. Debía seguir a su corazón. A ese
hilo transparente que la unía a él desde que nació.

Cuando despertó, una cálida sensación la recorría por dentro. Sus manos

apretaban el colgante contra sus labios.
-Ade-susurró una voz.
Su boca formó una pequeña "o". Ahogó un grito.
A su lado, una joven la miraba intensamente. Sus miradas se encontraron.
Se estaba observando a si misma. Era ella y a la vez no.
-Soy el odio, la ira, la venganza-murmuró su otra yo.
Ade era incapaz de articular palabra. No podía dejar de mirarla.
-Todo lo malo que hay en el ser humano-prosiguió la otra joven
 acercando los labios al oído de la chica.
Ade intentó alejarse aterrorizada, pero su cuerpo no le respondía.
-Soy tu prisión. La única que te puede cortar las alas. Me crearon con
ese propósito.
La muchacha se armó de valor y trató de empujarla, pero sus manos
atravesaron limpiamente el cuerpo de su réplica.
Una amarga risa resonó en su mente con fuerza.
-¿Quién eres?-sollozó.
Ella se levantó, y su mirada adquirió un matiz oscuro.
-Soy tú.
Una suave brisa hizo ondular su largo cabello, y colocó el dedo índice
sobre los labios de Ade.
-Será nuestro pequeño secreto-susurró-Y ahora que he despertado, no
pienso volver a las sombras.




Me sequé el sudor de la frente. Maldije en voz alta cuando el Nigromante

me lanzó de nuevo al suelo sin ni siquiera pestañear.
Había sido incapaz de acercarme lo mas mínimo a él durante todo el combate.
Tal vez nunca consiguiera avanzar más allá.
-No te concentras lo suficiente. Busca la fuente de tu poder.
Le lancé una mirada hosca.
-No te creas que no lo intento, brujo.
Él me observó con una suave sonrisa pintada en su demacrado rostro. 
Hacía varias noches que no dormía y se le notaba cansado.Hacía días
que avanzábamos velozmente a través de campos y parajes yermos.
Pronto estaríamos cerca de nuestro objetivo.
-Dejemos el entrenamiento por hoy, George. Deberíamos dormir
un poco-le aconsejé mientras el último rayo de sol despuntaba por
el horizonte.
Él dirigió una mirada preocupada al cielo. Si los dioses no le
ayudaban, de poco serviría aquel esfuerzo. Día tras día se reprochaba
el haber aceptado que los jóvenes se unieran a su búsqueda;
que participaran en su misma lucha. Los estaba conduciendo
a una muerte segura. Y sin embargo sentía que sin ellos sería
incapaz de conseguir nada.

*"-Sé que mi hermana está viva en algún lugar. Tenemos un vínculo

fuerte, y podemos sentir el dolor que experimentamos ambos. 
Hasta hace poco esa unión se había debilitado, pero ha ocurrido algo
que escapa a mi conocimiento, y que ha conseguido avivar esa
conexión, y ahora sé que debo seguir mi instinto.
Nos conducirá a ella. Pero también nos llevará de cabeza hasta
él, Esaurón.
Tenéis que saber los riesgos que corréis al querer acompañarme"
"-No nos has explicado que quiere él de tu hermana-murmuró
Ratataco"
El rostro del brujo se transformó en una máscara de odio e ira.
"-Requiere de su energía vital para sobrevivir. Pretende
reencarnarse en un cuerpo más joven...un cuerpo puro, que no ha
sido corrompido mediante magia negra. Para él no es más que un
recipiente. Sólo está esperando el momento oportuno.
"-¿Cuándo será eso...?-se atrevió a preguntar Gásquez.
"-No tengo ni idea. Eso es lo que me mata por dentro. 
Llegar demasiado tarde"*




-Despierta-se rogó Ade a si misma-Despierta.

Una mano se cernió alrededor de su cuello.
-Es inútil. Deja de pelear. Estás atrapada en tu mente.
Aquel contacto le ocasionaba dolor. Gritó.
-Déjam- me...él m...me está..buscando-consiguió
 susurrar.
-Nuestro querido hermano está cerca. Yo también lo siento.
Pero también siento aversión hacía él. Nos abandonó. Nos
dejó solas. ¿Ya no lo recuerdas?- preguntó la otra.
-No sabes nada...Él no es t..tu hermano-respondió Ade
con furia, sintiendo que le faltaba el aire.
Ella le lanzó una mirada de insuficiencia, soltándola.
-Por supuesto que lo sé todo. Tú y yo sabemos lo mismo.
Sentimos lo mismo. Yo soy todo el odio que has escondido
durante todos estos años.
-¿Quién eres?-gritó Ade.
-Soy Ade.
-¿Quién quieres ser?-volvió de nuevo a preguntar.
Ella pareció sorprenderse, y pensó un rato antes de responder:
-Soy Sie.
Ade le tendió una mano.
-Tengo que encontrarlo. Ayúdame a salir de aquí.
Sie negó con la cabeza y le dio la espalda.
-Aun no lo entiendes.
Ade hizo ademán de tocarle el brazo, pero una vez más,
fue como tratar de palpar el humo.
-No siento pena. Hay sentimientos que no están a mi alcance.
Soy incapaz de sentir amor y compasión. Lo puedo percibir
vagamente en tu corazón, pero está muy lejos de mi
entendimiento. Yo también estoy limitada-explicó con
indiferencia.
-Pero si sientes lo mismo que yo...debes de ser capaz 
de comprenderlo-se defendió Ade.
Ella le dirigió una larga mirada, sin ningún atisbo de emoción
en esos ojos violáceos.
-Sí y no-dedujo- Siempre sí y no. Ya te he dicho que puedo
apreciarlo minímamente pero no está en mí la posibilidad de ver
más allá. Y aun así, advierto mejor que tú misma el sentimiento
de soledad.
Ade sintió ternura por ella.
-Puedo ayudarte a entenderlo.
Sie se acercó a ella y posó sus labios sobre el rostro de ella.
-Todavía no comprendes nada. No fui creada para comprender eso.
-Pero podemos salir juntas de aquí.
Sie rió. Luego señaló al extraño cielo anaranjado que se expandía
sobre ellas.
-De aquí sólo puede salir una.




George se despertó gimiendo y lanzando improperios contra

alguien invisible.
Se percató de que la pequeña hobbit no dormía en su saco;
tampoco el descerebrado elfo.
La luna cubría de claridad aquella región, haciéndoles más
vulnerables ante la mirada enemiga. No debían separarse
bajo ningún concepto.
Farfullando, se preguntó a quien demonios le tocaba hacer
guardia aquella noche y por qué no se encontraba en su puesto.
De repente, se acordó. Se había quedado dormido mientras
escrutaba el horizonte, posiblemente cuando la primera estrella
comenzó a vislumbrarse en el cielo. Por su maldito despiste habían
estado desprotegidos durante horas. Cualquiera podría
haberlos atacado. Su rostro adquirió un ligero rubor bajo su espesa
barba.
Con un mal presentimiento se levantó y se ajustó la capa,
cubriéndose con ella. Con un leve susurro se volvió invisible y se
adentró un poco más en el bosque, lejos de la ya consumida
hoguera.

La rama no levitaba. La maldita rama no se movía del suelo.

-¡Arrrrrf!-mascullé.
Si no lograba realizar ese condenado truco no sería capaz de
avanzar.
-El mundo no necesita magas de pacotilla- afirmé, y sin querer,
trastabillé con una roca y caí de bruces al suelo.
Escuché una risa cantarina.
-Pero sí que necesita reírse de tu torpeza. ¡Pero que tontísima eres!-
dijo Ratataco, saliendo al paso.
-Lo que me faltaba...-musité- ¿Qué haces aquí?- pregunté,
 mirándolo con desprecio.
-No deberías de machacarte tanto con esto-susurró,
levantándome del suelo y sujetándome entre sus brazos.
-Y tú no deberías molestar-le espeté- ¡Bájame! Tengo que
seguir intentándolo.
Él me sostuvo la mirada con seriedad.
-Quizás no lo estás enfocando bien. Lo único que haces es
sulfurarte. A lo mejor la clave está en relajarte un poco y aclararte.
Lo miré desafiante.
-¿A qué te refieres?
Me colocó sobre la húmeda tierra y se sentó a mi lado.
Y me quedé prendida de sus ojos, y ni siquiera fui consciente
de que me estaba besando.
-Inténtalo ahora-me apremió, separándose de mi y cogiendo de
nuevo la rama.
Algo estalló en mi interior. Algo que no se parecía en nada
a la frustración o sensación de derrota que sentía cada vez que
trataba de hacerlo.
Y no sólo levitó aquella rama, sino todas las ramitas
resquebrajadas que yacían en la tierra.
Sonreímos.










Let it be

Mi foto
And what exactly is a dream?